Hasta hace poco, el fósil más antiguo de una abeja no comprimida había sido la Cretotrigona prisca descubierta en Nueva Jersey en ámbar, que vivió en el Cretácico. Recientemente se informó de un fósil de abeja, del género Melittosphex, que se considera “un linaje extinto de las abejas melíferas, hermana de las abejas modernas”, y data de principios del Cretácico (~ 100 millones de años). Las características derivadas de su morfología la colocan claramente como una abeja, pero conserva dos rasgos ancestrales modificados de las patas (dos espolones tíbiales mediados y una tarsómero posterior delgado), indicativos de su estado de transición.
Tiene caracteres especializados, apomorfias, típicos de Anthophila o sea de abejas, pero además conserva dos caracteres ancestrales o plesiomorfias de las patas (dos espolones tibiales y un basitarso delgado), estos son caracteres de transición entre las abejas y otros grupos de himenópteros.
Los primeros polinizadores no fueron abejas sino escarabajos y/o moscas, es decir que el síndrome floral de polinización por insectos ya estaba bien establecido cuando aparecieron las abejas. Lo importante de éstas es que desarrollaron especializaciones o adaptaciones a esta función lo que las llevaron a ser los polinizadores más eficientes de las flores.
Es posible que la aparición de estas adaptaciones haya motivado o contribuido a la radiación adaptativa de las plantas con flores (Magnoliophyta), contribuyendo a su vez al aumento de la biodiversidad.